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Salitre

Me gusta el sabor a mar en la boca, el sabor a salitre que me deja el mar en la piel.

Voy y vengo. Entro y salgo. Nunca pide explicaciones o motivos. Solo me acaricia, acaricia cada centímetro de piel, incluso si a veces parece que lo hace con las uñas o si me arrastra por el fondo rodeándome con fuerza.

Esa masa gigante, a ojos de un niño, infinita. Esa masa de agua a la que yo llamo naturaleza en estado puro, que alberga vida, que la quita, que arrastra, empuja y acaricia. Mar que te mece y que esconde profundidad y misterio en todo lo que no llegamos a ver.

Así es la mar; como tu existencia en el mundo. Un conjunto de situaciones que no puedes controlar, un montón de cosas que se te escapan.

Y ahí estoy, en su orilla, desde donde veo tierra firme, abrazada a una tabla. No me fio mucho de sus cambios de humor, no me suelto, ni me agarro, no la pierdo ni de vista ni de tacto. A veces la ola se siente antes en los pies que en los ojos, a veces las traicioneras viene desde abajo… Y ahí estoy yo, en su orilla, dejando que me acaricie como lo haría un gato con su amo.

El mar a veces te empuja hacia arriba, ves a lo lejos, te sientes volar. A veces te deja navegar por sus olas, tocarla con tus dedos, te lleva con suavidad a su orilla, resbalas por ella justo hasta el final, pero la ola pasa y toca buscar la siguiente, porque ninguna ola te mantiene arriba eternamente.

Y no voy a engañarte, a veces estoy en el punto exacto donde rompen las olas. A veces estoy en el punto exacto donde golpea, revuelca, te retuerce y te asfixia. El punto exacto donde por algunos segundos crees que todo se fue a la mierda, que apuraste demasiado… pero de pronto la ola pasa al igual que pasan las olas buenas, todo tiene un ciclo que siempre termina. Sacas la cabeza y vuelves a respirar.  

A veces estoy en el punto exacto donde rompen las horas y es el lugar exacto donde quiero estar, donde las milésimas infinitas dura un segundo y el deseo de respirar de nuevo dura una eternidad. Entre ola y ola siempre pienso en ti, y en que el tiempo es una medida desacorde entre mi reloj y tus besos.

Por eso yo siempre prefiero vivir buscando la siguiente ola. Prefiero estar llena de raspones y arañazo, jadeando y entrando a por más. Prefiero eso. Prefiero nadar sin saber si la próxima ola será buena o mala, si respirar será lo que más anhele o por fin podré ver el atardecer… prefiero todo eso, todo… que vivir mirando el mar desde la arena.

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