Me mata querer estar con ella y que sea como un concierto de Extremoduro… siempre quieres más, pero nunca sabes si será el último. Que la velocidad del tiempo sea tan difusa cuando ella tiene ganas y yo estoy a su merced… ella lo sabe, aunque yo nunca lo diga en alto; sabe que siento celos de todos aquellos en los que aprendió, acariciar, a besar, de todos los que se hundieron en ella antes.
No sé como me aplaca, como me frena, como me hace sentir un gato que se retira enfadado porque le gusta demasiado lo que le dan. Un gato que no quiere acostumbrarse a que le rasquen el final de la espalda, por si ella un día no vuelve.
Es imposible tenerla, yo no sé leerla y ella me conoce de memoria; la forma en la que mete sus manos en mi pelo, en mi piel, quedándose quieta en lugar correcto, prestándome su calor… Dando vueltas y rodeos, parando en el momento exacto en el que voy a atacar, parándome en seco.
¿Cómo aguanta pareciendo impenetrable e impasible? Yo que nunca he tenido dudas para cazar, ni para follar, ni para sonreír de lado, ni morderme el labio en el momento exacto ¿Por qué con ella nunca sé si sus uñas en mi espalda son una llamada o si son línea roja como las que deja en mis costados?
Un folio en blanco con una sonrisa desafiante y ninguna forma de estudiarla. En sus manos no sé quién soy, ni cuanto tiempo pasa desde que ella tiene ganas y yo estoy a su merced, hasta que se vuelve a ir.
