Me encantan las playas con frío, las playas de norte, las playas de abrigo… de mar revuelto y vacío, de meter las manos en las mangas, de abrazarme las rodillas.
Pocas cosas me gustan más que mirar el horizonte hasta desgastarlo, hasta imaginar su curvada forma. Esas playas de invierno, de esos pueblos pesqueros, pequeños, perdidos. Esos pueblos que crecen 20 veces en verano, que le salen nietos por todos lados y que se vacían en septiembre.
El sol está alto, pero no calienta… no puede atravesar la piel fría de la brisa del mar. La arena no quema, el agua está helada y a ti ya te tenía casi olvidado. La brisa susurra y yo estoy quieta, muy quieta, para que el frío no me vea… para que no la coja conmigo y me cale la piel y los huesos como lo hacían tus besos.
Y hoy no hay balones, ni toallas, ni bañador, ni tupper de sandia, ni cerveza fría, ni niños corriendo en horas lectivas.
Solo mar, solo playa, solo frío.
No me importa vivir entre cemento si de vez en cuando me subo al coche y aparezco en una playa. Puedo sobrevivir a que no huela a tierra cuando llueve, si de vez en cuando veo árboles. Llevo peor que el cielo no sea negro, no ver la vía láctea, haber perdido el norte.
Será por eso que me encantan las playas de abrigo y acantilado; que tienen un poco de todo y un poco de nada. Un lugar donde reconocer la diferencia entre ver y mirar, entre escuchar y oír, dónde calor de la piel de otra persona se siente brasas. Playas que son un poco «Turnedo» y un poco «Abrázame» y un poco noche y mucho cielo abierto.
El mundo se divide en contrastes frontales; en playas de verano o de invierno, en amar o no hacerlo, en las cosas que dijimos y las que no, en apostar o retirarse… Vas a escuchar muchas veces que todo no es blanco o negro, y es cierto, hay un montón de «quizás» de colores y un montón de «peros» grises… pero TODO lo que una persona piensa o siente, sin filtros, es blanco o negro.
A veces pensando en grises me acuerdo de ti, en todas las veces que yo quería hacerte intocable y tú a mi invisible. A veces sintiendo frío me acuerdo de ti… que eres temperatura extrema y presión de altura, montañas rocosas, camino escarpado. Contigo nada es fácil nunca, porque tú nunca sabes dar nada. Y quizás al final de día la nieve de tus picos sigue intacta; nadie puede pisarla, es cierto… pero tampoco hay quién te toque, no como yo.
Yo siempre seré la playa a la que no fuimos y tú la nieve que no puede llegar al mar. Y supongo que fue así … Fue así como acabamos siendo un precioso paisaje improbable.
