A veces ando en dirección opuesta a ti, cierro ventanas y puertas, pero en todos los cruces siempre giro a la derecha, porque me devuelve al camino a tu casa.
Ya sabes que necesito una excusa pequeña para enfadarme y desaparecer, a veces semanas y a veces meses. Hasta que el cabreo baja o hasta que el corazón se convence de que cuando estas cerca late 10 veces más por minuto sin ningún motivo.
Siempre me parece tarde para preguntarte ¿qué harías si te pido que no me sueltes? Siempre tarde, siempre raro, siempre mal…
Y al final todo se traduce al miedo que siento; miedo a que sueltes el último hilo de mi jersey, a que nos perdamos en el tiempo, en otra piel. A que algún día te vea y no sea como si te hubiera visto ayer, a dejar de ponerte por encima de mis principios, o tú a mí por encima de los tuyos…
El miedo a tus silencios mirando a por la ventanilla, es lo que me hace girar a la izquierda.
